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Amparito Pesadilla llevaba ya casi un día vagando por la Arena y había podido contemplar la fauna diversa que participaba en los Juegos. Desde chonipijas salidas de colegios de pago hasta bichos que hablaban e incluso pánfilas y transformistas. Todo un panorama sin orden ni concierto con el que ella no tenía nada que ver. Ella estaba allí por otros motivos; tenía trellat como le decía su iaia Amparo, que había sido una de las Falleras más poderosas de València, y no pensaba perder el tiempo con nadie a no ser que fuera para matar.
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Sin embargo, pensar en la iaia enterneció por un momento a Amparito; la echaba de menos y quería estar a la altura de sus expectativas. Aun así por el momento solo había encontrado un arquito, y le preocupaba más llenar el estómago vacío; echaba de menos las paellas del domingo o las meriendas de horchata y fartons las tardes de verano en ca Paquita, su tía. Parecía que había pasado una eternidad de aquello, y sabía dentro de sí que la Amparito que había protagonizado aquellos momentos felices ya nunca volvería.
De repente, mientras seguía sumida en sus pensamientos, Amparito notó que el aire se cargaba rápidamente y las estrellas nocturnas en del cielo desaparecían; el ambiente se volvió turbio y oscuro, como si hubieran cubierto la Arena con el humo de una enorme mascletà.
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Tras el cielo y el aire llegó la transformación de toda la zona: la tierra se volvió negra y el río, que había cruzado a nado solo unas horas antes, se convirtió en un torrente de lava mortífera e incandescente, envolviendo en llamas parte de los árboles más cercanos a la ribera, tal como si fueran Fallas ardiendo en la Nit de la Cremà.
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Huyendo del calor insoportable y buscando una guía para orientarse en la oscuridad, Amparito decidió seguir una luz que había visto en el bosque. Llegó a una especie de cristal mágico en el que se encontró con otras dos chicas, a cada cual más estrambótica; aunque recelaba de ellas, como de cualquiera, pudo comprobar que no llevaban armas de corta distancia, lo cual convertía el sitio en un espacio seguro para pasar la noche. Al día siguiente, con la pesadilla ya pasada y nuevos rayos de sol en el horizonte, se levantó sin despedirse y volvió a emprender su camino.
Amparito Pesadilla se mueve a 9.4.