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En medio de la oscuridad de la noche, Sato se vio sumido en
un sueño macabro que envolvía el cadáver flotante en el acuario. Visiones aterradoras de huesos danzantes y cadenas retorcidas llenaron su mente, y el frío de la muerte pareció abrazarle. Despertó de golpe, empapado en sudor y temblando.
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Con la adrenalina aún corriendo por sus venas, decidió enfrentar la pesadilla de la mejor manera que conocía. Ejercicios, ducha, y una nutritiva comida. Las flexiones en el suelo marcaron el inicio de un nuevo día, mientras que la ducha revitalizante le permitió dejar atrás las sombras de la noche.
El estómago rugiente lo llevó a la cocina, donde con destreza
preparó unas deliciosas tortillas con dos huevos para compartir con sus compañeros. Se sació con uno de esos platos. El primer bocado fue reconfortante, y su estómago se sintió saciado en medio de la incertidumbre que les rodeaba.
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Ya saciado,
se quedó sentado en una de las sillas de la cocina, reflexionando sobre los hechos acaecidos. Por primera vez en días, sintió una fuerza inmensa.