Tercera parte. Me he retrasado un poco pues demasiadas cosas había que contar.
Día 3, Viernes 14 de FebreroTercer día de viaje y hago una de las cosas que más me gusta cuando estoy en Japón: madrugar. Un poco antes de las 5 de la mañana me despierto, compruebo en la tele el tiempo (las noticias comienzan a las 4:30) y me ducho. Las previsiones la noche anterior daban nieve. Estupendo. El plan del día era estar en la estación de Nagoya para coger un tren de Kintetsu (una compañía privada de la zona) para ir a Ise, a hora y media de viaje. Allí hay uno de los santuarios más importantes de Japón, la famosa isla de las perlas de Mikimoto y las rocas de Meoto Iwa.
El caso es que termino de preparar la maleta, a la tarde cojo el Shinkansen a Tokio. Salgo del hotel y nieva con ganas. Apenas cuaja en los parterres de la avenida. Menos mal que apenas son 10 minutos hasta la estación. En una taquilla estratégica pongo la maleta. Me encantan los millones de consignas que hay en las estaciones japonesas. Son baratos y no hay la tontería que tiene Adif de controles y otras mamandurrias. Para los transportes “urbanos” uso la tarjeta monedero que sirve para todo Japón pero me aseguro que el tren va al lugar indicado. Poco antes de las 5:30 el tren llega al andén, aprovecho para comprar el desayuno en una tienda de conveniencia que hay en los andenes y salimos. Es el primer tren de la mañana y el primero que llega a Ise desde Nagoya.
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A pesar de ser el primer tren de la mañana ya hay bastante gente, incluso algunos jóvenes que se dirigen a clase. En Japón es común que hasta los chavales hagan largos desplazamientos a escuelas lejanas, tal vez privadas. También pueden entrar antes de la hora habitual para practicar deportes con el rocío.
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Aprovechando que en España todavía no es medianoche, hablo por Skype con mi madre ¡desde un tren! me siento poderoso y en el futuro.
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A pesar que sigue nevando con ganas, el tren llega a su hora a la estación de Iseshi. El panorama en esta ciudad es de nieve, nieve y más nieve. Eso junto a que apenas son las 7 de la mañana hace que la explanada de autobuses esté llena de nieve pues todavía no han pasado las quitanieves.
Esperando el autobús hasta los santuarios voy a por alguna bebida caliente. Lo peor es la humedad sin duda. Me planté pensando que no nevaría ningún día y que con unas Vans tiraría. #NO. En el autobús soy prácticamente el único, y en el recinto del “santuario interior” o Naiku, estoy prácticamente solo. ¡Es enorme! la nieve se va acumulando.
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Todo lo que veo del santuario
Realmente no sé por dónde voy así que me limito a seguir las grandes calles flanqueadas por altísimos árboles con las ramas cubiertas de nieve. Ahora un río, ahora una parte del templo, ahora me cae un montón de nieve que cede de un árbol… Llega un momento, en medio del complejo que ocupa toda la ladera de una montaña que me obliga a entrar a otro recinto. Con el tiempo he visto que llegué al “final” y que tras esa puerta estaba el verdadero Santuario Naiku de Izu donde reside Amaterasu. El caso es que no quería pasar porque había un fotógrafo que se tomaba su tiempo para hacer una composición de la entrada final al santuario y la nieve. Como no paraba de caerme nieve de los árboles y ya estaba hasta el moño decidí dar media vuelta, vi en una zona de descanso unas gallinas sueltas y a esperar el autobús. El plan original era estar más rato en ese santuario, visitar el “santuario exterior” o Geku que está cerca de la estación y luego ir a la isla de las perlas de Mikimito y Meoto Iwa… pero cada vez nevaba más y por la tarde tenía que estar en Nagoya así que decido regresar lo antes posible a la ciudad y cambiar mi tren por otro más temprano.
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A esto ni le doy importancia.
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¿Ven esa nieve en las ramas? varias veces cayó sobre mi paraguas.
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El viaje en autobús es entretenido, ¡los viajes en autobús por Japón siempre son entretenidos! además estoy sentado junto al conductor, todo feliz él con su gorro de plato, sus guantes y el micrófono al ir cantando la parada tras la voz automática, o cuando para en un semáforo y luego dice que va a arrancar. Maravilloso.
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Dado que había ido hasta Ise con el tren de Kintetsu decido volver con el mismo, es el más rápido pienso. Desde luego el viaje es más rápido que con JR, el problema empieza cuando espero el tren en el andén y no llega. Van pasando trenes por la otra vía pero muchos no pasan de esa estación. En el mismo andén hay una oficina con gente trabajando así que pregunto y me dicen que la vía está cortada desde Ise hasta el final en Toba, un poco más al sur, y que los trenes hacia Nagoya van cuando pueden.
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Tren que viene de Nagoya y va a Toba.
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Al final llega un tren, es del mismo modelo que con el que vine. La marcha hacia Nagoya es bastante buena pese a la nevada aunque en las estaciones intermedias el tren hace las paradas más largas para que quiten la nieve de los pantógrafos.
Todo va más o bien hasta que el tren eléctrico llega a la estación de Matsusaka (sí, como la profesora de Shin-chan) a apenas 20 kilómetros del punto de partida. Allí el tren se para, dicen que nos bajemos del mismo y luces fuera. Me quedo con cara de WTF!? y preguntando por los siguientes trenes de Kintetsu para ir hacia Nagoya; la línea está totalmente cerrada me dice el personal de la estación.
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La catenaria de mi tren no puede más.
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Matsusaka a eso de las 10 y pico de la mañana.
Bien, cierto que apenas son las 10 de la mañana pero estoy inquieto. Puedo recargar el móvil en un enchufe que hay en el pasillo superior que conecta con los andenes. Mucha gente esperando con tranquilidad a que se recupere la normalidad. Pregunto si hay buses hacia Nagoya, todos completos. Observo que la estación es compartida entre Kintetsu y JR, y que no hay que volver a marcar el billete (o eso creo) así que viendo que los trenes de JR son de tracción diésel pienso que tendrán menos problemas para avanzar. Así, vuelvo a preguntar ahora al personal de JR y me dicen que pronto llegará un expreso hacia Nagoya, que pague en el tren o al llegar al destino.
Bien, llevo dos horas en esa estación y veo que hay un pequeño local de ramen, pero pienso que llegará el tren y estaré con los fideos en la boca así que pasando. Al final habría tenido tiempo y no comí esos fideos de una entrañable señora en un local cutre y algo sucio.
Llega el tren diésel de JR y subo. Sorprendentemente mucha gente no lo coge, entiendo que es gente que ha comprado otro billete y quiere ser legal, pero el caso es que el tren no va lleno. Al cabo de dos horas, va más lento de lo habitual llegamos a Nagoya, allí no ha nevado demasiado pero hay problemas en los trenes de alta velocidad. Al llegar a los tornos para marcar el billete de salida lógicamente no puedo, digo que vengo de Matsusaka con tal tren, pago y me dejan salir sin ningún problema. Esta pequeña anécdota tendrá consecuencias en Tokio.
Todavía es pronto y mi tren sale pasadas las 15 horas, así que como allí ya nada tengo que hacer voy a que me cambien el billete para un tren más temprano. Al final es el Nozomi 350 de las 14:03 que llega con media hora de retraso por problemas con la nieve. Es la primera vez que en Japón espero un tren con retraso.
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El tren lleva buen ritmo y creo que recupera tiempo para cuando llego a Shinagawa. En esa estación y con el mismo billete cambio a un tren de la línea Yamanote. Todavía no es la hora punta pero va hasta los topes. La tormenta de nieve se acerca y mucha gente adelanta su regreso a casa. Es la primera vez que voy en tren y me siento verdaderamente como una sardina. Solo algún festival en los Ferrocarrils de la Generalitat para subir a Universitat Autònoma o la Línea 5 de Barcelona en hora punta son tan agobiantes como la experiencia sufrida en la Yamanote. En Nippori vuelvo a cambiar a un tren de la línea Joban, me he cruzado de sur a norte la ciudad y quedan un par de estaciones más hasta llegar a Minami-Senju, un barrio residencial tokiota, de gente trabajadora, sin grandes lujos y con hoteles baratos para gente joven. El mío es el Palace Japan que está a 5 minutos caminando al sur de la estación.
La joven recepcionista prepara el papeleo y me explica cómo funcionan las cosas en el hotel. Habla muy bien inglés y pregunta por lo que hago en Tokio. El hostel es nuevo, el edificio parece nuevo vaya, y está al lado de otro viejuno y que se ve sin actividad que se llama igual. Mi habitación está en el séptimo piso. Me encanta la moqueta que usan los japoneses, menos gruesa y por tanto más dura que la inglesa, por decirlo de alguna manera. La habitación es pequeña, del estilo del hotel de Nagoya, tiene un pequeño armario empotrado suficiente para poner la maleta, zapatos y ropa, una generosa cama, una mesa con tele, taburete y nevera. Hay una gran ventana que si bien no llega hasta el suelo da a una terraza con buenas vistas a la ciudad. Teóricamente a la terraza no se debería poder salir.
El hotel en Street View.
Mi habitación en mi smartphone de última generación.
En cada planta del hotel hay un bonito lavabo para mujeres frente al ascensor con retrete con botoncitos. El de los hombres es más grande pero las tazas del wáter son más simples y solo tienen sistema de calefacción, que ya es algo, así como urinarios, mejor porque la gente tiene esa cochina manía de mear de pie frente al retrete. Además hay dos cabinas de duchas, diferentes a hosteles europeos, aquí cada ducha está dentro de una habitación con una zona para cambiarse de ropa y luego tras una puerta la ducha, bastante amplia en módulo prefabricado de plástico, es muy limpio la verdad. Luego hay otra habitación con un baño también prefabricado, más grande que el anterior y de tipo japonés con la bañera para meterse en agua caliente y la zona de ducha. Además de todo esto hay una cocina y varios balcones laterales con excelentes vistas de la ciudad, especialmente de la parte norte, los distritos de Arakawa, Taito y Sumida con la imponente Tokyo Skytree.
A pesar que son las seis de la tarde ya es noche cerrada y está la tarde como para salir.
Todavía es pronto pero durante la tarde poco más voy a hacer, he quedado con un conocido en Akihabara así que vuelvo a la estación del barrio para tomar el tren. Des Minami-Senju hay tres opciones para llegar a la ciudad electrónico. En Metro a través de la línea Hibiya (cinco paradas), en JR cambiando de tren en Nippori o Ueno (un poco más tedioso) y en Tsukuba Express, un tren de cercanías rápido que conecta Akihabara con la ciudad-universidad de Tsukuba, bastante lejos de la capital. Ciertamente quería probar esta línea que además es la manera más rápida de llegar a Akiba, voy tan contento con mi tarjeta monedero (la misma usada en Nagoya y la misma usada cuando salí pitando de Ise) y no me deja acceder a los andenes. Drama ¡pero si la tengo cargada!, afortunadamente en Japón todas las estaciones tienen personal que es gente preparada y no eventuales que no tienen ni idea de trenes y con más ganas de irse a ver la tele que trabajar. Allí me dicen poniendo la tarjeta en un lector que la había validado en la estación de Ise de Kintetsu pero que no estaba “el viaje cerrado”, le comenté qué pasó y simplemente me desactivaron ese viaje inacabado. La verdad es que estaba flipando como las máquinas de una estación a 400 kilómetros de la otra, de una compañía sin relación alguna pueda tener esta información y demuestra lo bien que se ha hecho la integración de tarjetas monedero en Japón.
Trayecto corto y ahí estoy como cada vez que piso Tokio, lo primero Akihabara. No tengo que comprar nada pero es un lugar icónico. La serie Densha Otoko muestra bien la realidad de este barrio. Nieva con fuerza así que cuando llega mi amigo desde su trabajo en Shinagawa vamos directamente a un Starbucks con vistas a los andenes de la estación de Akihabara. Aquí todo es muy friki, hasta las cafeterías de cadena. Charlamos de la vida en general y de la vida japonesa en particular, y tanteo a ver qué tal sería trasladarse a vivir a Japón, no es fácil pero tampoco imposible. Algún día.
Vuelvo al hotel y nieva con fuerza, afortunadamente mis Vans aguantan.