Día 16 de Agosto, miércoles:Una vez más, el día amanecía lluvioso y con pocas previsiones de mejora, y así llevábamos ya varios días seguidos.
Nuestro plan para este miércoles era visitar otras dos zonas emblemáticas de la ciudad, Shibuya y Shijuku, ambas a pocas paradas de Meguro en la línea Yamanote. Las dos zonas tienen en común que representan la vitalidad y la modernidad de Tokyo, son los referentes en temas de modas y tribus urbanas. Sin embargo, antes de dirigirnos hacia ellas nos desviamos un poco para realizar una de esas visitas poco comunes en un viaje a Japón.
Cuando estaba preparando el viaje y leyendo información encontré por casualidad un templo que no es muy visitado por los extranjeros, es un templo "de barrio", perdido en una zona residencial alejada del bullicio del centro de Tokyo, el Tamagawa Daishi. Está tan escondido que nos costó dar con él, pese a llevar un mapa con su ubicación. Estábamos medio perdidos en un barrio anodino y lloviendo, pintaba mal la cosa, pero al final lo encontramos. Por fuera es un templo sin nada de particular, con un pequeño jardín con sus estatuas, sus árboles, su gong... y dentro te encuentras una sala diáfana con varias estatuas y muchas fotos de gente que ha peregrinado hasta él, grupos escolares, de gente mayor, gente importante de Japón... un poco de todo.
Lo interesante de este templo está en el subsuelo. Bajo tierra hay un túnel excavado que se recorre a oscuras. Este túnel va dando giros y tiene muchos recovecos. Tienes que ir guiándote con las manos porque no se ve nada. En un momento dado llegas a una sala tenuamente iluminada adornada con cientos de budas. Según leímos cada uno tiene una fecha grabada y si encuentras el buda del día de tu nacimiento te da suerte. Qué supersticiosos son estos japoneses. Todo esto con barritas de incienso que contribuyen a potenciar la atmósfera mística del lugar. Tras recorrer la sala vuelves a entrar en el túnel oscuro con recovecos hasta alcanzar la salida. Parece ser que este recorrido subterráneo representa los intestinos de Buda, sí, eso. Por supuesto, dio mucho juego esto, porque si el túnel eran los intestinos nosotros que nos movíamos por dentro éramos los mojoncillos. Se supone que este pasaje sirve para comprender la divinidad de la luz y representa la peregrinación por los templos de la isla de Shikoku. Es una experiencia curiosa, la verdad, y nos gustó mucho poder conocer este sitio tan peculiar. En el templo Daisho-in de Miyajima había otro parecido, pero mucho más pequeño y menos espectacular.
Tras visitar el templo volvimos a la civilización, a Shibuya, y lo primero que vimos tras salir del laberinto de túneles y obras que había en la estación fue la estatua de Hachiko. Hachiko era el perro que iba a la estación a buscar todos los días a su dueño, profesor universitario, a la hora de salir del trabajo, durante muchos años. Un día el hombre no volvió ya que murió antes de poder volver a casa, pero el perro siguió esperándole todos los días mientras vivió en el mismo sitio. Hoy en día es uno de los símbolos del barrio y uno de los hitos más conocidos de la ciudad y quizá de todo el país. Cuando el perro murió, en 1935, fue disecado y hoy se puede ver en el museo de nacional de ciencia y naturaleza en el parque Ueno de la ciudad.
Justo al lado de la estatua se encuentra el otro gran símbolo del barrio, el famoso "cruce de shibuya". Son varios pasos de peatones que, al ser una zona tan transitada, cuando el semáforo da paso a los peatones se llena de una marea humana de viandantes que invaden todo. Como llovía iba todo el mundo con paraguas y creo que quedaba incluso más curioso. Para poder verlo bien se puede subir a un Starbucks que hay estratégicamente situado justo enfrente y que se forra gracias a los turistas que suben a tomar un café y contemplar el desfile humano. La verdad es que con el día que hacía apetecía tomarse ese café y allí estuvimos un rato contemplando el cruce desde las alturas y sacando fotos y vídeos, algunos muy chulos en cámara rápida.
Shibuya es también una zona con mucho movimiento nocturno, llena de locales de ocio, karaokes, hoteles del amor, tiendas... y mucha gente joven. Como era por la mañana tampoco había ese ambientazo, así que decidimos volver otro día por la noche.
Desde Shibuya nos fuimos a Shinjuku. La estación de este barrio es, dicen, la más transitada del mundo. Y me lo creo porque había muchísima gente. Pese a eso, es bastante fácil orientarse porque hay muchos carteles por todas partes. Shinjuku es otro barrio lleno de vida, gente, tiendas... y también luces. Sin embargo el día estaba lluvioso y gris y todo quedaba bastante deslucido. Como era la hora de comer lo primero que hicimos fue ir al Yakitori Yokocho, un callejón situado junto a las vías del tren famoso por sus minúsculos locales donde se pueden probar todo tipo de pinchitos y brochetas, todo en un ambiente tradicional. Elegimos uno al azar y pedimos varias brochetas para probar, aunque para nuestra sorpresa eran bastante pequeñas de tamaño y nos quedamos un poco con hambre. Pero me gustó la zona, también la recomiendo.
Después de comer nos fuimos al edificio del gobierno metropolitano de Tokyo, algo así como el ayuntamiento, que tiene dos torres con miradores gratuitos desde donde se puede ver una buena vista de toda la ciudad, incluso el monte Fuji si las condiciones acompañan. Evidentemente, a nosotros no nos acompañó el tiempo y pudimos contemplar una bonita vista de la neblina que lo tapaba todo
Bueno, algún edifico cercano sí que se veía.
Desde aquí volvimos a la estación del Shinjuku, pasando por una zona comercial con muchas tiendas de electrónica. Había leído que había tienda de segunda mano de fotografía donde se podían encontrar algunas cosas a buen precio, pero, aunque entramos, no vi nada barato, estaba todo como en España aproximadamente.
Cruzamos la estación hacia el otro lado, hacia el barrio rojo de Kabukicho. Esta zona está llena de retaurantes, locales de entretenimiento para adultos, clubes nocturnos, hoteles del amor, etc, muchos de ellos operados por la mafia japonesa. Una vez más, era demasiado pronto para poder ver el ambiente de la zona en todo su esplendor, así que nos dedicamos a buscar una cosa que habíamos descubierto que estaba en Tokyo de casualidad el día anterior, el VR Zone, un sitio donde podías experimentar videojuegos totalmente inmersivos con realidad virtual, tenía una pinta tremenda, ya que entre otros, se podía jugar al Mario Kart. Cuando llegamos al sitio en cuestión nos dijeron que ya no había entradas para ese día y que además había que comprarlas por internet, así que decidimos probar para el domingo que teníamos el día más tranquilo.
Por esta zona hay un hotel que tiene una reproducción de la cabeza de Godzilla asomando entre los edificios, parecía que estaba vigilando la zona. Dentro del hotel se puede ver una colección de carteles de películas de Godzilla de todas las épocas, ordenadas cronológicamente.
Como seguía lloviendo decidimos irnos a descansar un rato al apartamento y volver a esta zona para cenar y verlo todo iluminado por la noche. Aprovechamos el rato de descanso para comprar las entradas para el VR Zone el domingo, a primerísima hora (bueno, sólo Iceman y yo) y nos arreglamos para salir a cenar. Cuando volvimos a Shinjuku ya de noche nos gustó muchísimo más, mucho más ambientado con gente de todas clases y muchas luces por todas partes. Para nuestro gusto, mucho más espectacular que Shibuya. Me quedé con las ganas de entrar en el Robot Restaurant, un restaurante donde además de cenar, puedes disfrutar de un espectáculo de robots y música tecno pero la entrada era muy cara y decidimos pasar y acabamos cenando en un chino, cómo no
Al menos pudimos hacernos fotos con los robots travestis que tenían en la entrada.