Cuando estoy chof, no tengo la costumbre de ponerme música que todavía me deprima más, me hunda en la miseria y regocijarme en mis propias amarguras. Intento siempre hacer lo contrario, escuchar música que me anime, me distraiga y me ayude a superar estos momentos críticos en los que, inevitablemente, todos caemos alguna vez en la vida.
Así que este mes, cuyo tema yo no sigo porque lo prohíbe mi religión, poco puedo aportar de mi experiencia personal.
Sin embargo, hay momentos en que necesito relajarme, olvidarlo todo, entonces me pongo los auriculares y escucho casi siempre música clásica. Yo no soy un experto, y tampoco me gusta toda (mis preferidos son los autores del Barroco), pero a veces mi cerebro me pide música clásica, igual que mi cuerpo a veces me pide un chute de chocolate, adrenalina o sexo… ejem…
Frédéric Chopin (Fryderyk en polaco) nació en Polonia en 1810; su padre era un profesor francés que vivía en Polonia desde los 16 años, y su madre era miembro de la aristocracia del país, aunque de capa caída, por lo que su niñez y juventud fueron en un entorno de lo que hoy llamaríamos clase media. No obstante, sus padres inculcaron en Fryderyk y sus otros hijos el amor por la cultura y en especial, por la música, y pudieron permitirse clases de piano al descubrir a temprana edad el talento del niño.
A los ocho años ya componía marchas y polonesas y tocaba el piano como un maestro; lamentablemente, la mayor parte de esas obras primeras se han perdido. Para entonces, su familia se había trasladado a Varsovia y se había puesto en evidencia el gran mal de Chopin: su delicada salud.
Durante los siguientes años seguiría sus estudios y composiciones. Sus conciertos le volvieron famoso en Varsovia muy pronto, y le permitió realizar giras por otras ciudades europeas: Viena, Dresde, Praga, Múnich… pero la situación política de Polonia (levantamientos contra la ocupación rusa) le obligó a irse de su tierra y recalar en París en 1831. Nunca regresaría.
Como capital de la cultura de la época, en París logró también reconocimiento inmediato e introducirse en la élite cultural de la capital. Desde su primer concierto se convirtió en una sensación, y al convertirse un reputado profesor de piano, su situación económica fue muy confortable en aquella época.
Sin embargo, no podía decirse lo mismo de su salud, que iba poco a poco declinando, ni de su vida personal. Tras algún fracaso sentimental, que lo hacía deprimirse sin remedio, conoció a la novelista y periodista francesa Geroge Sand. Su relación duró ocho años, y muy conocida es su estancia por un período en Mallorca, por recomendación médica.
Tras la separación de Sand, se traslada a Londres, pero no se adapta a las costumbres del país ni a sus gentes, y regresa a París, demasiado debilitado como para seguir dando clases. Fallece por neumonía en 1849, causando una gran consternación en Francia, que lo consideraba un hijo adoptivo, siendo sepultado en el cementerio de Père-Lachaise. Sin embargo, Chopin dejó como última voluntad que su corazón fuera enterrado en una iglesia de Varsovia.
De la numerosa obra de Chopin (conciertos, polkas, mazurcas, valses…), destacan los estudios. Son estos unas piezas musicales creadas únicamente para la enseñanza del piano, pero las del compositor polaco son las primeras en que la calidad de las mismas trascende el mero concepto práctico con el que fueron creadas. Otros renombrados compositores como Brahms y Liszt siguieron su ejemplo posteriormente.
De entre ellas, destaca el segundo movimiento del estudio Op. 9 para piano; tal vez la obra más conocida de Chopin, la compuso en 1830, con solo 20 años, pero cuando ya era un reputado músico en París.
https://www.youtube.com/watch?v=p29JUpsOSTE
